Las perspectivas del trabajo del maestro para influir en el desarrollo
de la personalidad del niño
La educación a escolares con
trastornos de la conducta tiene leyes, principios y metodología que se sustenta
en todos los fundamentos teóricos psicológicos planteados. Estas leyes y
principios no están desvinculados de los postulados teóricos de la Escuela
Histórico Cultural e Instrumental de Vigotski.
En este sentido, debemos tener clara la
concepción general acerca de la enseñanza y la educación a estos escolares. La
acción interrelacionada del proceso enseñanza y educación tiene un carácter
correctivo compensatorio. En él se deben entrelazar de forma adecuada tanto el
desarrollo de conocimientos, hábitos y habilidades, como el desarrollo de
intereses, motivaciones y modos de actuar socialmente aceptables. La correcta
caracterización por parte de los especialistas para la comprensión más exacta
de las potencialidades de los escolares, partiendo no solo de qué saben, sino qué es lo que le queda por
saber y cómo lo pueden saber mejor, constituye el punto de partida para
establecer de formas objetiva las estrategias de intervención más específicas.
Debe propiciarse un proceso de enseñanza que coadyuve a la transformación
social y personal.
La calidad de las estrategias no puede
desentenderse del papel de la actividad y la comunicación. Se trata de una actividad socializadora, orientada
hacia la formación de motivos e intereses para una actuación consciente y hacia
el desarrollo de cualidades positivas de la personalidad, y hacia la enseñanza
de la toma de decisiones para realizar una acción y no otra lo cual implica una
forma de conducta determinada.
El proceso de comunicación representa la
expresión más completa de las relaciones humanas. Mediante ésta el hombre
sintetiza, organiza y elabora de forma cada vez más intensa toda la experiencia
y el conocimiento humano que obtiene como individuo en la sociedad.
En la comunicación interpersonal, dice N.
Korniev... cada participante percibe al otro, como un sujeto, la reacción de
uno provoca inmediatamente la reacción de respuesta del otro. Este intercambio
de relaciones recíprocas fortalece o cambia la conducta de los que se
comunican, provocan la activación bilateral de sus esfuerzos, con el objetivo
de resolver, lo más rápidamente posible un problema común en ella, cada uno
sirve al otro para servirse a sí mismo.
Para que la
comunicación sea óptima es necesario que el escolar:
- Hable en primera persona, sin esconder sus sentimientos.
- Sepa expresar sus sentimientos abierta y francamente, de forma tal
que lo que se diga, se corresponda exactamente con lo que se siente.
- Que no culpe en ningún momento a sus compañeros de las dificultades
que puedan aparecer.
- Que plantee lo que le preocupa de manera más concreta y palpable
posible.
Desde el punto de vista empírico, la
adecuada comunicación implica que exista una convivencia tranquila, ya que
mediante ésta se pueden comprender, conocer y aceptar las personas.
En este mismo sentido, B. F. Lomov plantea
que...en las condiciones de comunicación se forma cierto mecanismo general,
que une las acciones del sujeto... y el resultado de la comunicación se
relaciona ante todo con uno u otro cambio en la conciencia, la conducta y las
propiedades psicológicas de los participantes.
Por lo tanto en
la comunicación se descubre el mundo subjetivo del escolar y mediante la misma
se recibe información de los intereses, motivos, fines y formas de conducta de
los alumnos que posibilitan al maestro conocer, controlar, modificar, estimular
y en fin trazarse vías concretas de actuación para individualmente trabajar;
atendiendo a las particularidades de su comportamiento.
La comunicación es una fuente de vivencias,
pero además una fuente inagotable para la reflexión y elaboración de los
criterios personales, mediante ella el individuo se expresa de forma creativa a
partir de la participación y conocimiento que tengan en los diferentes aspectos
de la vida mediante el lenguaje, donde se ponen de manifiesto sus sentimientos
y manifestaciones.
La autorregulación de la conducta es otra tarea básica de la
Pedagogía Especial. La autorregulación está en la base de muchas formaciones
psicológicas tales como la autovaloración, la independencia, el autocontrol, la
autoconciencia.
Enseñar a los alumnos autorregular su
actuación es establecer un sistema de influencias que implique una
intensificación en la acción terapéutica de manera que el alumno conozca y
comprenda siempre qué hacer, cómo hacer y por qué, enseñándosele a tomar
decisiones acertadas y a proponerse objetivos socialmente valiosos.
En este sentido se deben utilizar en todas
las actividades escolares mecanismos de orientación, regulación y
reforzamientos que posibiliten el enfoque sistémico y correctivo compensatorio.
Los escolares deben comprender la utilidad
de las normas y exigencias que se enseñan teniendo una participación activa y
dinámica en el análisis de esta; de manera que puedan reflexionarlas y les resulten claras y exactas.
Debemos lograr también mayores posibilidades
de independencia en la ejecución y puestas en práctica y un adecuado proceso de
control mediante la valoración y la
reflexión.
Resulta importante en el aprendizaje de la
conducta correcta establecer mecanismos que interrelacionen la percepción, la
acción del área periférica y el lenguaje. El alumno tiene que aprender haciendo
y reflexionando sobre la acción que va a realizar y es importante que sienta
satisfacción por lo que hace.
La Pedagogía Especial para la educación de
alumnos con trastornos de la conducta tiene también como tarea importante la
enseñanza de la autovaloración en los escolares.
La autovaloración comprende el saber valorar sus propias
fuerzas y posibilidades del yo, con espíritu crítico, calculando éstas con
relación a las tareas y exigencias del medio circundante, es la base del nivel
de aspiraciones, de pretensiones.
Debemos trabajar en función del desarrollo
de la autovaloración, pues ésta constituye el elemento necesario también para
la autoconciencia.
La autovaloración está presente en todo acto
de conducta, es un factor importante en la orientación del comportamiento.
El carácter de la autovaloración determina
la formación de ciertos rasgos de la personalidad, sufriendo transformaciones
específicas de acuerdo con la edad.
Es comprensible la idea de que para lograr
un estado psíquico normal es sumamente necesario estar de acuerdo consigo
mismo, es decir, saber autovalorarse
adecuadamente y tener una idea correcta de las propias posibilidades.
Las valoraciones que hacen los demás de la
actividad de los escolares y el valor que da el propio niño de los resultados
de su actividad son elementos fundamentales para desarrollar en los alumnos con
trastornos de la conducta de la autovaloración.
En este sentido juega un rol básico la
intensificación de la aplicación de una teoría y metodología de grupo
donde se interrelacionen ampliamente la dinámica e interacción de todos los
miembros del mismo.
Lograr la interacción grupal implica la
organización adecuada de todos los miembros y tareas a través de las cuales los
niños se van a relacionar los unos con los otros como sistema social de
desarrollo.
Para que el grupo cumpla su rol correctivo
compensatorio la estructura de este debe tener un carácter tridimensional o
tripolar. Esta se enmarca en la dinámica e interrelación que se establece entre
el grupo, la tarea y el coordinador; entiéndase maestro quien se
convierte en tercero excluido, estableciendo el diagnóstico de la realidad del
grupo, conociendo sus necesidades y convirtiéndose como terapeuta en
facilitador de la realización de la tarea del grupo.
Importante resulta que en las actividades en
grupo se brinden posibilidades de comunicación de manera que se desarrolle la
socialización y las relaciones interpersonales. Es necesario además, reflexionar
y decidir las normas apropiadas para todos.
La unidad de criterio y de acción en el colectivo pedagógico de todo el sistema de influencias
educativas y correctivas compensatorias debe verse reflejada en la calidad de
la organización plena de la actividad de aprendizaje; en la que tanto la
dirección como la estimulación de la actividad cognoscitiva juega un papel
fundamental.
Esta organización plena de la actividad de
aprendizaje plantea
pedagógicamente una interrelación dialéctica entre dos factores esenciales; lo
temático y lo dinámico del proceso de enseñanza.
Lo temático está referido a la relación
sistémica entre todos los componentes esenciales del proceso de enseñanza y lo
dinámico está dirigido al aspecto contextual, es decir, a conocer a
quiénes va dirigido el proceso para organizarlo teniendo en cuenta la
caracterización de los escolares, cómo son sus relaciones, sus potencialidades
cognoscitivas, afectivo motivacionales y de la conducta e incluso de la
situación familiar. Lo relacionado con el tiempo, digamos también, el aquí y el
ahora en el proceso dinámico de la actividad de aprendizaje implica el análisis
de lo que el alumno puede hacer con ayuda y sin ayuda en un momento concreto,
respetando el espacio de grupo como grupo y el de cada uno de sus miembros.
También es básico enlazar cada actividad con
la vida cotidiana, en este sentido hablamos de poner en movimiento toda la
actividad del grupo, la cual debe concluir siempre con un momento esencial de
reflexión y de concientización con relación a lo acontecido. Esto nos permitirá
conocer el mundo interior de todos los escolares.
El proceso de intervención de los alumnos
con trastornos de la conducta tiene un carácter dual; es decir:
intervenir al niño y a la familia.
El colectivo pedagógico debe saber todo lo
relacionado con las familias, comprender mejor el grado de incidencia que ésta
tiene sobre las manifestaciones educativas negativas de los alumnos. De esta
manera podrá actuar sobre la influencia del hogar y modificar actitudes
negativas hacia los niños y adolescentes, posibilitando un proceso correctivo
compensatorio de mayor calidad.
Aspecto importante resulta la capacitación
del personal para que aprenda a accionar educativamente con una escuela
abierta a la diversidad, respetando la individualidad de cada niño en el grupo.
Resumiendo podemos plantear que:
Hay que reconocer que es imposible exigir
del niño ninguna forma de conducta que no se le haya enseñado antes.
Cualesquiera que sean los motivos del niño; él sólo podrá hacer lo que sepa
cómo hacer; pues la conducta se aprende.
La conducta se realiza solo como condición
de que el hombre quiera y pueda conducirse en una forma determinada, es decir,
cuando además del motivo exista el conocimiento y la habilidad.
En la enseñanza de cualquier tipo de
conducta existen componentes básicos; estos son: los conocimientos, los hábitos
y las habilidades cuya asimilación es
necesaria para el cumplimiento exitoso de límites, normas, valores, etc. y hay
que enseñárselos al niño de forma gradual y consecutiva. Así se motiva la
conducta y se prepara al alumno para llevarla a cabo, después podrá dársele
seguimiento.
La formación de la conducta necesita también
de la orientación, una orientación que implique la enseñanza de modelos
positivos de actuación mediante el EJEMPLO.
La organización y el cambio en el modo de
vida escolar son factores educativos básicos para la conducta correcta.
Cuando el alumno participa activamente en la
actividad y en todo el proceso educativo conoce más rápidamente e interioriza
qué se espera de él, cuál debe ser el producto de su actividad y en qué medida
ha alcanzado los resultados esperados. De este modo renace el interés y el
empeño por la autodirección, se va logrando una conciencia de sí y mayor
estima, desarrollándose las posibilidades de autovaloración y la capacidad de
autocontrolar la conducta.
Debemos recordar
siempre que el proceso de enseñanza y educación de los alumnos con trastornos
de la conducta fracasaría si se limita a un conjunto de medidas externas de
influencias sobre el educando, ignorando su modo interior, sus necesidades, sus
pensamientos y aspiraciones. Esto obedecería a una comprensión mecánica,
simplista y no humanista de la Educación Especial.